Un terreno erosionado por el paso de las lluvias que arrastraban todo se ha convertido en un huerto de donde brotan múltiples cultivos. Ese nuevo escenario ha sido posible gracias a que Eugenio Paucar ha labrado andenes en la vertiente de una montaña, en la comunidad de San Antonio, en Apurímac. En ellos, asesorado por el Proyecto Promoviendo el Manejo Sostenible de la Tierra en Apurímac (MST-Apurímac), a cuya Escuela de Promotores él acude, aplica la rotación de productos a la hora de sembrar y así la tierra se ve fortalecida.
El MST-Apurímac, -un proyecto implementado por el Ministerio del Ambiente, gestionado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD, con recursos del GEF- nació el 2013 en respuesta a la desertificación que padece gran parte de las tierras de Apurímac. En Cotabambas y Grau, provincias donde opera este proyecto ambiental, el 92% del suelo es considerado de alto riesgo, es decir, es vulnerable a la erosión y a la desertificación. En ambas provincias, además de Antabamba, se dieron capacitaciones y pasantías para sensibilizar a los pequeños productores.
Ahora, ellos saben de labores de prevención y conservación de suelos en lo que denominan “prácticas combinadas”: un conjunto de conocimientos que fusiona los saberes ancestrales y los nuevos sistemas de producción, a fin de disminuir la presión sobre el poco terreno productivo de la región. De esta manera, se ha logrado incrementar la productividad de los campesinos apurimeños, entre 150% a 250%, y valorar los recursos naturales como tarwi, kiwicha, maíz, habas, frejoles, papas nativas y la crianza de alpacas.
Hoy, los beneficiados son 2.500 familias de 23 comunidades de esas tres provincias de Apurímac, que ahora cosechan sus productos agroecológicos. Bajo la marca “Pachamamanchis Rayku” (“Por nuestra Tierra”), ya los están comercializando en ferias como Mistura y Expoalimentaria, y buscan nuevos caminos para la exportación.