No hay que ir muy lejos para huir de los claxones, del sonido de los televisores, del bullicio de las calles. Solo hay que conducir rumbo a Lunahuaná y preguntar en el camino por el Refugio de Santiago. Sin tenerlo planeado, el espacio que Fernando Briceño eligió para dedicarlo al cultivo y rescate de plantas, se convirtió en un refugio para algunas personas que buscan huir del estrés y la velocidad de la ciudad. El Refugio de Santiago lo visitan hoy investigadores, científicos interesados en conocer el inventario de plantas y personas que quieren recuperar el lazo que nos une a todos a la naturaleza.